Luisa Mendoza BarandaMédica aragonesa (Zaragoza, 1922-2008), pionera entre las radiólogas españolas, especialidad que cursó siendo ya especialista en obstetricia y ginecología. La menor de tres hermanos, tras realizar los estudios de segunda enseñanza en las Escolapias cursó sus estudios de Medicina en la facultad de su ciudad natal, entre 1940 y 1946, con brillantes calificaciones. Como muestra del valor añadido que suponía para una mujer cursar carrera universitaria en aquellos tiempos, cabe comentar que en la orla de su promoción -entre cien componentes de la misma- figuraban solo dos féminas. Entre sus maestros destacan los profesores Lozano Blesa, Pérez Argilés, Palomar, Ramón Vinós, Horno Alcorta y Azúa, catedráticos de reconocido prestigio a nivel nacional. Tras acabar los estudios de Licenciatura realizó la especialidad de obstetricia y ginecología en la cátedra del profesor Puga, en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Casó en 1955 con el Dr. Luis Ros Almau, radiólogo, y un año después tuvo su primer hijo, abandonando el ejercicio de la obstetricia y ginecología para dedicarse a su crianza y educación. La Doctora Mendoza cursó también estudios de Radiodiagnóstico; a partir de 1958, cuando ya pudo dejar a su hijo Luis bien atendido en Zaragoza, se desplazó a Madrid, donde realizó el doctorado y se formó, entre otros, con el profesor Gilsanz, en la Clínica Médica Universitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, en el campo de la Electrorradiología, siendo una de las pioneras de esta parcela en España. Obtuvo el título de especialista en esta disciplina en 1968, dedicándose a ayudar a su marido en la consulta privada, encargándose de algunas partes de la misma. Era frecuente ver a la Dra. Mendoza acompañar a su marido a la Casa Grande, nombre con el que se conocía popularmente a la entonces Residencia Sanitaria José Antonio (el actual Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza) para pasar juntos la consulta de radioelectrología. Ambos formaban parte de una generación de médicos, que con evidente talento y sentido social, supieron hacer frente a las necesidades de entonces, supliendo con imaginación y amor al enfermo la falta de medios. Quienes la trataron la describen como una mujer de acrisolada discreción, modelo de laboriosidad y gentileza, generosa con todos y mucho más con sus pacientes. Mujer de carácter, luchadora, se crecía ante las adversidades; superó con éxito un carcinoma de mama, lo que en aquella época, a principio de la década de los setenta, constituyó un éxito terapéutico que abrió una nueva perspectiva en este tipo de procesos. Fue además, como mujer clásica, el alma de su casa, con una admirable capacidad de trabajo y de sacrificio, aunando, como pedía Gracián, “diligencia e inteligencia” en todo su quehacer supo conciliar a la perfección sus labores profesionales con las de esposa y madre. Compenetrada e identificada con su marido estuvo siempre junto al Dr. Luis Ros Almau, fallecido a finales del siglo XX, y con su hijo Luis Humberto, también radiólogo, actual Presidente de la Comisión Nacional de Radiodiagnóstico y Jefe de Servicio de Radiología del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. |